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Perdón María Elena

La columna del Totti
La primer imagen que tengo tuya. No es una imagen sino tu voz, sería más preciso haber dicho el primer recuerdo tuyo, pero imagen aunque auditiva es más sincera. Tu voz es muy especial, es de esas voces que basta con oírla una vez, ya nunca más la olvidamos. En las mañanas de vacaciones de invierno, en una quinta en las afueras de buenos aires.
Hogar a leña y al levantarse una mente despreocupada y vos, acompañando con melodías el despertar.  Estuviste en la infancia de millones de personas y sin embargo algunos te entendimos, logramos atravesar esa caparazón.
Mucho de lo que escribiste durante años, en un banquete que deglutimos sin diferenciar una comida de otra, todo de golpe, sin explicaciones ni filtros, de esa manera era más fácil que no te entendiéramos. ¿Ese era el objetivo?
Y crecimos y ya no tuvimos excusas para escucharte. Y se hacía difícil tararearte porque vos eras paras los chicos, no para los grandes.  Sin embargo y a pesar de todo siempre despertaste mis sospechas. Esas historias que no iban al universo infantil. De pronto una tortuga que se enamora y que lucha con métodos contra la vejez, y los achaques del tiempo. O una vaca que aunque vieja, quiere aprender a contramano de lo que todo el mundo piensa. Pero no te quedaste allí, no te alcanzó.
Revelaste el reino del revés, esas tierras donde nada el pájaro y vuela el pez. Y aunque no lo conocías de primera mano, porque te “lo dijeron”, entre tanto disparate nos enteramos por vos que en dicho reino: “Un ladrón es vigilante y otro es juez”. Aparte los gatos de ese reino estudian inglés, nos revelaste la necesidad del gato de poder relacionarse con turistas que hablan en inglés. Algo que hasta el día de hoy resulta una herramienta muy útil al felino.
También supimos de un lugar que cuesta pronunciar, pero que luego de investigar es evidente que se llama Gulubú, quizás es muy distinto o parecido a Xanadú. En cualquier caso la aparición de un brujito que “embrujaba a la población” se me hace muy similar a uno que en mi país “otaria”, llegó a ministro y en un día realizó la carrera más sorprendente y vertiginosa en la fuerza policial. El caso es que el brujito fue puesto a raya por un doctor pero nadie supo lo que pasó. Un coro de niños reafirma esa postura. Nadie supo nada. En otaria mi país nadie supo nada de lo que ocurrió en esos años.
En la canción del estornudo que habla de guerras y soldados, típico tema infantil, reflexionas finalmente “Es mejor la paz resfriada que la guerra con salud”.  En un tiempo creía que la reina batata era gente o un grupo amenazado por otro que lo reprimía y cuando llegó de la plaza “la nena menor de la casa” llegué a crear que grupos de jóvenes venían de la plaza donde se manifestaban. Porque todo esto ocurría para ese tiempo en mi país, Otaria.  Finalmente, “la nena en un trono de lata la puso a la Reina Batata”. Todo tu relato coincidía a la perfección.
Cuando oigo la canción de tomar el té no dejo de pensar en tus palabras cuando dice “…la tetera es de porcelana pero no se vé…” es decir que en tu país al igual que en el mío pasaban cosas que no se veían. Y luego la remataste diciendo “…Mañana se lo llevan preso a un coronel por pinchar a la mermelada con un alfiler…”. Y no puedo sentir menos que escalofríos pensando que en mi país, no en el tuyo, se inventó la picana eléctrica un arma utilizada por más de un coronel.
Y de pronto creía que todas esas cosas hablaban de mi país, tantas coincidencias. Esos mensajes cifrados para grandes en canciones de niños, que aún en pleno terror invadía los jardines de infantes. No puedo negar tu ingenio. Admirar tu agudeza y valentía.
Y fuiste más allá, pero de esos temas preferiría no hablar porque son más explícitos, no tan crípticos aunque sigo creyendo que no los terminaron de entender los otarios.
Sin embargo, en mis pensamientos solitarios no puedo descartar que quizás tantas sobredosis de vos me hacen creer que fuiste la gran guía en un mundo de tinieblas que no te quiso ver. Que prefirió mirar para otro lado, porque la realidad era demasiado para sobrellevarla.
Y a veces la tentación de ser un Pilatos, no comprometido con la realidad, un defecto tan otariano que me caracteriza, me lleva a la simplificación de pensar que después de todo solo escribías canciones para niños.
¡Cuanto te extraño!

Un comentario

  1. La agudeza de la persona que al ver …MIRA…
    Un escrito, maravilla concentrada en las palabras…en un mundo donde la resignificación está cansada de insistír ser mirada….

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